miércoles, 12 de diciembre de 2012

De Penélopes y Ulises

Inmerso en esta guerra fraticida de desgaste,
la misión es simple y clara:
traspasar la trinchera y el fuego cruzado
de un enemigo feroz llamado Demasiado Lejos
que me mantiene de tus ansiados labios, al otro extremo.
Perdí otra batalla, de nuevo abatido, de nuevo asesiado.
Fracaso, fracaso, fracaso y más fracaso.

Herido de muerte,
lanzo las bombas desesperadas de mis adentros
al cielo de un enemigo incierto,
al tiempo que los recuerdos de tus besos
son metralla que se funde con mi cuerpo.

Soy el comandante en jefe de las tropas rebeldes con causa, sin causa factible.
Soy el inquilino ocasional de un amor frustrado,
el hijo bastardo de un porvenir subastado.
Moroso del calor de tus abrazos,
compré un espacio-tiempo determinado que ahora ha quebrado
y fui deshauciado de mis propios sueños por un tal Morfeo sin brazos.

Acumulo escombros para esconderme en secreto,
labro futuros, siembro diamantes y recojo estiércol.
Me cobijo tras barricadas de nostalgia,
esperando el salvoconducto de una sonrisa clandestina
que me permita escapar despavorido y corriendo
hacia donde mueva tu pelo el soplido del viento.
Busco y no encuentro subterfugios al tiempo.

Peregrino, camino de la frontera de los más de mil días
sin formar ni tomar parte de la cotidianidad de tu existencia,
hacia el templo sagrado de mi fe monoteísta.
Deambulo exhausto por este desierto inhóspito,
con el estómago lleno de fresas podridas y casas vacías.

Harto de odiseas y epopeyas, harto y cansado,
de billetes de ida olvidados con billetes de vuelta marcados.
De Penélopes y Ulises.
De cruzarme con ellos.
De ver que están viejos, sordos y ciegos
y separados eternamente por un inmenso e infranqueable muro de yeso.

Oigo tu voz a lo lejos.
Encrucijada, camelo...
Cantos de sirenas en los que caigo de lleno.
Las miro a los ojos.
Son dos putas desdentadas y sin pelo,
Distancia y Anhelo,
y yo soy su reo.

Me queda la heroica,
romper la férrea soga de un pensamiento enfermo,
para poder liberarme, pero no puedo.
Voy topando con monstruos internos,
cien Polifemos tuertos que me vencerían
con uno sólo de sus enormes dedos.

Rezo a mi única diosa,
le pido un deseo:
sálvame el cuello,
dáme la vida,
llévame deprisa,
aunque sea muerto,
a tu sagrado templo.