viernes, 11 de marzo de 2011

La cárcel de tus ojos

Juzgado y condenado a cadena perpetua de tu mirada
por el tribunal de tus labios,
paso las noches y los días en esta celda de tus caderas
desde la que comienzo a distorsionar la realidad,
a convertirme en un demente
que mira a través de los barrotes de tus pestañas
incapaz de atinar a ver y creer
en cualquier atisbo de existencia
que vaya más allá de tus iris color libertad.

Solamente logro observar tus ojos,
tan grandes como dos oceános de hojas secas de otoño
que, tras un equinoccio de segundo,
comienzan a mezclar sus caudalosas aguas
convirtiéndose en un inmenso, brillante e indisoluble mundo único.

Sin embargo, apelaré al tribunal supremo de tu cuerpo
para que me absuelva de las cortinas de oscuridad
que mis párpados portan consigo
y que impiden que cumpla, obedientemente,
la sentencia que destina a mi mirada a morir en vida,
presa en el calabozo del devenir de tus pupilas,
mientras las mías portan reflejos de tus espejos
y grilletes bordados con tu nombre por los hilos de tus besos.

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